CONSIDERACIONES HISTÓRICAS

El Entorno

La zona en la cual se ubica el edificio, llamada “Barrio Bajo”, forma parte de un sector consolidado históricamente a partir de la segunda mitad del siglo XIV como extensión de la primitiva población. Este ensanche de Sanlúcar se consolidó atravesando el acirate y acercándose hacia el mar debido a las indudables ventajas que tal decisión ofrecía.

El enclave de Casa Grande Arizón vino condicionado por la función comercial para la que fue construido, situándose próximo a la línea de la costa, donde existía una pequeña población de pescadores. Por tanto, parece evidente que la localización del conjunto edificado pudo deberse a las ventajas económicas que se podían obtener al amparo de las actividades pesqueras que se desarrollaban en torno a él. Es notorio que al final del siglo XVI y durante los siglos XVII y XVIII una buena parte de la flota de Sanlúcar se dedicaba encubiertamente al amparo de las faenas pesqueras, a introducir las mercancías que traían los barcos del otro lado del océano, siendo ésta una de las más importantes actividades económicas de la población.

Más tarde, la disminución del tráfico con América anuló en parte la primordial función para la que fue edificada la casa iniciándose el proceso de decadencia.

Después, en el siglo XIX, los pescadores fueron buscando refugios más calmados y seguros, abandonando el lugar y trasladándose aguas arriba del río hasta Bajo de Guía. Como consecuencia de esto el Barrio de la Balsa pierde su población marinera, apareciendo en principio y proliferando más tarde pequeñas huertas que imprimían un carácter agrícola al entorno.

 

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El Edificio

Iniciada su edificación en los últimos decenios del siglo XVI, el origen histórico del inmueble se engarza visiblemente con la familia Arizón, perteneciente a la burguesía catalana que se instaló en Sanlúcar de Barrameda para comerciar con América.

El inmueble constituye un magnífico ejemplo que contiene y conserva, todos los elementos propios que configuran la tipología de la casa de cargadores de Indias que se caracterizan fundamentalmente por poseer espacios con la doble funcionalidad de la residencia y el almacenaje.

No obstante, dadas las sucesivas ampliaciones, transformaciones y anexiones realizadas en el transcurso del tiempo no se puede decir que el conjunto de Casa Grande Arizón responda a una unidad homogénea desde el punto de vista arquitectónico, sino, más bien, a una feliz superposición y ensamblaje de elementos diferentes entre sí, como son entre otros, dos viviendas barrocas conformadas alrededor de un patio columnado una de ellas con una impresionante torre, almacenes, bodegas, establos, jardines, apeaderos, etc.

Es sumamente esclarecedor lo que el arquitecto Fernando Domínguez explica al respecto en el expediente para la calificación como Bien de Interés Cultural del Inmueble:

"Sobre las huertas y cultivos de navazos que aun restan diseminados por los alrededores, y dominando la altura media de dos otras plantas de las blancas edificaciones residenciales y bodegueras, carentes de significaciones arquitectónicas del entorno inmediato, se yergue aun la imponente monumentalidad del edificio de la Casa de Arizón, aportando el paisaje urbano del antiguo barrio de la Balsa el asombroso efecto de sus motivos decorativos y el tono ocre envejecido de su erguido y recortado torreón centenario, cuya prismática verticalidad coronada por los esbeltos piramidones, emerge decididamente hacia las alturas desde las diédricas faldetas de tejas árabes de las cubiertas con aires de superación histórica, traspasando más allá de la azulada lámina de la desembocadura del río y de las verdosas lejanías de los pinares del Coto de Doñana, la gran extensión del Océano con leyendas deterministas que hablan de galeones y valiosos cargamentos tan deseados como perdidos en arrebatos de soberbia porfiados contra la misma Providencia".

El conjunto en su totalidad ocupa actualmente una superficie de 5.120,42 m2., contabilizados patios, jardines y apeaderos, apareciendo como fiel imagen de una arquitectura de su tiempo, concebida y construida muy unida a su función y con amplia aportación de valores culturales.

Para hacer posible la descripción del complejo, y tomando como apoyatura básica la fragmentación formal y volumétrica que ofrece, se procederá a realizar un recorrido por las diversas partes del conjunto edificado, comenzando por lo que se supone núcleo primigenio, y avanzando sucesivamente en un intento de relatar una serie cronológica sobre los apartados edificados, perfectamente identificables.

El establecimiento de la Familia Arizón en Sanlúcar debió de producirse a mitad del siglo XVII, por lo que es de suponer que la construcción de la zona más antigua del inmueble pudiera producirse en los últimos decenios del siglo. Esta primera edificación se justifica por sí sola, poseyendo una autonomía edilicia. Está comprendida hoy día, justamente entre la calle Banda de la Playa y la calle Divina Pastora y su gestación se llevó a cabo con una gran racionalidad, colocándose de cara al mar el edificio de dos plantas para almacenaje, dotado en la planta alta de una gran resistencia al conformarse estructuralmente con bóvedas de arista y grandes pilastras de ladrillo, con el fin, se supone, de obtener la posibilidad de almacenar grandes cargas. Una azotea con antepechos corridos de fábrica cubre éste edificio para almacenamiento. Adosado a él, y protegida del mar aparece la zona residencial, con sus espacios vivideros en dos plantas más altillos, articulados en torno a un patio rodeado por columnas de mármol blanco de orden toscano. La fachada SE de la Casa abre sus arquerías, bajo las que se dispone un sótano abovedado, a un patio-jardín que soluciona su límite con la calle Divina Pastora mediante un cierre en el que se apoya una edificación de una planta, utilizable para carruajes y caballerizas, con una gran portada blasonada con el escudo de la familia.

Si se retorna a la calle Banda de la Playa, donde el núcleo originario muestra su parte destinada a almacenamiento, se observará a su lado por el suroeste, un amplio patio con un gran pozo en el centro, rodeado de un espacio cubierto abierto en arquería. En la cara Sureste se puede contemplar un volumen techado con placas onduladas de fibrocemento y muros medianeros en los que aparecen claros vestigios de la pretérita existencia de otra volumetría superpuesta. 

Se vuelve a retomar la calle Banda de la Playa y el adosamiento al núcleo primitivo de la Casa por el NO, resulta ser un cuerpo de dos plantas, con crujías dispuestas como continuación de las de la Casa originaria, vislumbrándose para esta edificación una usualidad también de almacén para grandes cargas aunque en este caso la estructura de la planta alta, ya no es de bóvedas de arista sino de vigas de madera de gran escuadría colocadas muy próximas unas a otras. Una amplia cubierta a dos aguas con teja cerámica curva remata el fragmento mencionado que en su cara SE se abre a un patio en forma de T, rodeado por las edificaciones que más adelante se comentan y en el que aparece un sótano abovedado con escalera de acceso desde el mismo patio.

Para seguir recorriendo el conjunto es preciso dejar la calle Banda de la Playa doblando la esquina y tomando el Callejón de los Félix, al que da fachada una pequeña nave de una sola crujía, de una planta muy desfigurada, con una solera de hormigón que al parecer, oculta unas grandes tinajas cerámicas.

Después aparece otro elemento de mayor volumen dispuesto también con fachada al Callejón y al patio interior en forma de T, asimismo con cubierta a dos aguas, llamando la atención la inclinación variable de la cubierta.

Al aproximarse al final del Callejón, se presentan unas fachadas de mayor entidad, con marcadas intenciones compositivas, que se prolongan doblando la esquina por la calle Divina Pastora. Se trata del segundo edificio morada construido a principios del siglo XVIII, cuando la impulsora y dinámica familia Arizón, se vió necesitada de nuevos espacios residenciales. Entonces aparece una nueva casa de estilo marcadamente barroquizante, también de dos plantas más altillos y una pequeña zona de entreplanta, en torno a otro patio al que se accede mediante un bien proporcionado zaguán desde la calle Divina Pastora por una entrada con magnífica portada. Cerrando el patio cuadrado con aljibe central, solado con losetas de mármol blanco y negro colocadas en damero, se disponen columnas de orden toscano, realizadas con mármol brocatel rojizo. De ésta casa emerge resaltando ostensiblemente un torreón o mirilla que es el elemento arquitectónico que realmente imprime carácter al conjunto. Debido a haber sido el último reducto habitado por la familia, se corresponde esta zona con la parte mejor conservada del extenso inmueble y es por tanto la que posee mayor número de elementos singulares. Además del patio cuadrado en torno al que se organiza la casa, existe otro al que se accede por un portón dispuesto debajo de la llamativa capilla que conserva sus pinturas en paredes y techos situada en la primera planta, y que servía al igual que el jardín de la primitiva casa del siglo XVII, de apeadero apareciendo también una crujía próxima a la calle Divina Pastora para cobijo de carruajes y caballerizas.

Finalmente, en el confín de la calle Divina Pastora con el límite de la propiedad existe un reducto con un patio y volúmenes ordenados con cierta anarquía, que debieron ser construidos con posterioridad al resto y utilizados como espacios residuales para el almacenamiento de mercancías.